Tenían razón, mis amantes, en eso de que antes el malo era yo, con una excepción: esta vez yo quería quererla querer y ella no. Así que se fue, me dejó el corazón en los huesos y yo de rodillas. Desde el taxi, y, haciendo un exceso, me tiró dos besos… uno por mejilla.
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Poné lo qe se te cante el orto. O sea, si es una pelotudez, lo elimino y a la goma